Renuncia al empleo que detestas y trabaja con lo que te apasiona de verdad
¿Qué pasaría si esto se convierte en una realidad? ¿Qué pasaría si de repente un día estás viviendo una vida que sólo existía en tus pensamientos más privados, que están tan alejados de tu realidad que ni siquiera te atreves a compartirlos con tu familia o amigos?
Esto fue lo que hice una y otra vez. Trabajo desde que tengo 16 años y efectivamente… renuncié a más de 20 trabajos. Sentía que no encajaba, me aburría, me molestaba que “las cosas siempre se han hecho así” y no se pudieran optimizar, que se vendieran productos o servicios poco honestos, que se engañara a la gente o incluso se la estafara.
A la distancia lo veo claro: no estaba en mi camino, en mi misión de vida, haciendo lo que vine a hacer a este mundo. Me estaba distrayendo porque así era como lo había aprendido: estudié en la Universidad y después tenía que buscarme un trabajo estable, para tener un sueldo fijo para tener “seguridad”, para luego comprar una casa, pagar una hipoteca por 30 años, jubilarme y ya. ¿Te suena familiar?
Era evidente que estaba buscando un cambio, pero no sabía cómo darlo. Hasta que no me quedó otra opción, porque un camión se cruzó de carril mientras conducía mi coche y tuve un accidente de tránsito tan grave que me dejó inhabilitada por 5 meses.
Estaba viviendo la vida que me habían enseñado, lo que había observado… y de repente, estuve a apenas centímetros de no tener más vida para hacer lo que sí quería, pero no me había atrevido, o no sabía que quería.
De repente, la muerte vino a saludarme y se arrepintió, dándome una oportunidad y una gran lección: o haces lo que tienes que hacer, o te vas.
¿Te gustaría ahorrarte todos los traumas, el saludo de la muerte y directamente saltearte al paso de hacer lo que te apasiona y dedicarte a lo que viniste a este mundo?
Si quieres, te sigo contando y te cuento todo lo que aprendí cuando decidí tomar las riendas de mi vida.
Ojalá lo hubiese sabido antes, sin necesitar chocar contra un camión.
Tal vez conozcas otras historias similares, pero con saludos de la muerte diferentes: enfermedades graves, quiebras, despidos, golpes de mala suerte que no tienen explicación. Sin importar el nombre, son cachetazos para que reaccionemos, tan fuertes que nos descolocan, nos obligan a salir de donde estamos y si tenemos la fortuna de darnos cuenta, hacer algo diferente.
En mi caso decidí independizarme, tomé varios cursos de finanzas, emprendimiento, ventas, liderazgo y decidí abrir un espacio físico para mi misma y para colegas locutores que necesitaran un estudio de grabación exclusivo para voces, (y no para músicos).
Adicionalmente, el espacio tenía una sala para brindar clases, que es mi segunda pasión: enseñar.
Una vez más, viéndolo a la distancia, estaba enfocada en cumplir mi misión de ayudar a los demás. Y así, estando completamente alineada, todo iba fácil.
Mi propio desafío y consideraba que iba a tener éxito si al año de abrir, lograba vivir exclusivamente de mis servicios de locución, consultoría en comunicación y el alquiler de los espacios.
Estaba tan alineada, tan al servicio de los demás, que no había abierto siquiera y ya tenía reservas para los siguientes 3 meses. Por años fue un éxito absoluto, rotundo.
Pasaron cientos de locutores, di al menos 1 taller al mes, tuve más de 3000 alumnos. ¡Qué felicidad tan grande!
Pero luego… todo iba bien y pasaron cosas. Como me iba tan bien y tenía tanta demanda, no podía satisfacer todos los requerimientos de tantos clientes y decidí expandirme y abrir otro espacio.
Primero fue una sala de clases para 25 personas, de la que me ocupaba muy poco. Para ese entonces ya tenía empleados e iba poco a la segunda oficina.
Con los años, con el objetivo de negocios y un poco la presión de mis mentores de ese momento: no podía desaprovechar esa oportunidad de crecimiento y debía seguir creciendo.
Hice lo que ya aprendí que no haré nunca más: trabajar sólo por dinero, sin alma, sin sentir de verdad en lo más profundo de mi corazón que estoy implicándome y ayudando a los demás. ¿Y puedes adivinar lo que pasó?
Pues todo lo malo que venga a tu mente multiplicado por 10. Incluso antes de inaugurar el nuevo espacio más grande se inundó y tuve que repintarlo todo, se incendió el sistema eléctrico y debí reemplazarlo por completo, el presupuesto de reformas armado por la arquitecta no llegaba ni al 10% de lo que verdaderamente invertí, el ascensor se rompía constantemente, la electricidad fallaba una y otra vez. Bueno… y para qué te cuento más. Ya te estás haciendo una idea, ¿verdad?
Todo esto me llevó a endeudarme de una forma en la que jamás imaginé que pudiera. Y por supuesto, los problemas fueron tan grandes, que no funcionó como esperaba. Antes de finalizar el contrato decidí cerrar el espacio y continuar sólo con mi oficina y estudio originales. (Qué por fortuna aún mantenía).
Empecé a trabajar de nuevo sólo motivada por la pasión de ayudar a los demás, y ¿te puedes imaginar lo que pasó? Todo comenzó a mejorar.
Es increíble cómo cuando estamos en misión y en servicio las cosas fluyen, los clientes parece que brotan por debajo del suelo, las oportunidades de negocio aparecen por todas partes, conoces personas que son eslabones clave para conseguir lo que quieres. Como si de repente las dificultades se diluyeran.
No fue fácil. No fue de un día para el otro. Además de las enormes deudas que tenía, en medio de toda esa situación perdí dos embarazos, me separé, quedé en la ruina… pero eso lo dejamos para otro capítulo.
Después de un gran, intenso y profundo trabajo de autodescubrimiento personal con meditación, constelaciones familiares, registros akáshicos y terapia de psicología tradicional: volví a mi eje.
¡Al fin! Después de tantos años todo marchaba sobre ruedas. Pero era febrero de 2020 y pasó lo que ya todos sabemos: llegó la pandemia.
Todas las actividades, cursos, grabaciones y formaciones presenciales debieron suspenderse. La pandemia fue otra oportunidad para cambiar la forma en que hacía las cosas, para mostrarme y permitirme darme cuenta que podía llegar a muchas más personas brindando mis servicios de forma online.
Así lo hice y de repente, ¡pum! Cientos de alumnos, nuevas oportunidades, clientes internacionales, contactos nuevos constantemente. Pero qué bien… que no era tan difícil. (Qué ilusa).
Me di cuenta que trabajando de forma virtual tenía muchísimo más tiempo libre y muchísimos menos costos. Definí una nueva estrategia para seguir haciéndolo, aún después de la pandemia. Con todo el dolor que me provocó, después de 11 años, decidí cerrar mi empresa y trabajar 100% de forma digital.
Apenas tuvimos oportunidad de movernos luego de la pandemia viajé a otra provincia a visitar a una amiga y pude seguir trabajando desde su casa como si nada.
Luego fui a otra provincia a visitar a mi familia. Y todo siguió funcionando perfectamente.
Y me animé a más: decidí irme de mi país, Argentina y mudarme a Italia. Algunos miedos se apoderaron de mi (consecuencia de tantos golpes y situaciones difíciles que viví) y tomé una decisión que hoy veo como una traición a mi misma: volví a trabajar para una empresa como empleada.
En ese momento puse mi vida en pausa, todos mis sueños, mis proyectos, toda la gente a la que ayudaba con mis servicios, todo quedó en stand by.
Con el paso de los meses empecé a sentirme mal, como en una cárcel. Empecé a tener pesadillas cada día, ataques de pánico y ansiedad, me deprimí, subí de peso como nunca antes en mi vida… de repente nada tenía sentido. Sólo hacía lo que tenía que hacer por un sueldo. Me perdí. Me desconecté. Dejé de ser yo. Y cuando me di cuenta (sí, una vez más): renuncié.
Y entonces ahora tocaba sacar la pausa, levantar el pie del freno y volver a la marcha. Y aquí estamos, yo volviendo a empezar y tu leyendo esta historia.
Desde el 2009, con aciertos y errores, vivo de mis pasiones y he ayudado a miles de personas y pequeñas empresas a generar dinero poniéndose al servicio de los demás.
¿Te gustaría a ti también descubrir tu pasión, tu misión en la vida y vivir haciendo lo que más disfrutas?
Puedo ayudarte si me dejas, confías en mi y te comprometes a lograrlo. Agenda una llamada para que conversemos, quiero conocerte, saber qué estás haciendo ahora y qué te gustaría hacer. Quiero que vivas también la vida que sueñas a escondidas. A mi me la puedes contar, jamás te voy a juzgar; sino que te voy a alentar y apoyar hasta que la consigas.
Por las dudas ten unos pañuelos a mano, no vaya a ser que se nos caigan algunas lagrimillas en el camino.